Ciertamente es un título algo largo, pero necesario. ¿Has pensado en la enorme oferta de músicos católicos que tenemos hoy en día? Tal vez hace unos años nuestros músicos católicos eran la hermana Glenda, Martín Valverde, Alfareros, etc. Estos son sólo algunos que me vienen a la memoria, pero que antes eran los que amenizaban las horas santas, los que llevabas en tu celular, pero hoy la oferta es más grande y variada. Ahora, ¿te has puesto a pensar cómo te hace sentir escuchar esa música? Tal vez cuando vas a una presentación de algún músico católico sus letras te hacen llorar, sentir, te hacen estar más cerca de Dios, sus letras te elevan tanto el espíritu que repites la melodía, buscas más a ese artista, pero ¿es bueno sólo quedarnos en eso? Me refiero a que si es enteramente bueno escuchar música que te hace sentir bien y ya, espiritualmente hablando.
Piensa en lo siguiente. Una persona se fracturó la cadera, sufrió muchos dolores, los médicos le recetaron unas pastillas, las cuales le aliviaron todo dolor y le hicieron sentir mejor. Pasa el tiempo y religiosamente se medica, deja de sentir ese dolor, está por así decirlo en zona de confort, pero cierto día se da cuenta que ha abusado del medicamento, que no desea dejarlo porque significa que pueda volver a sentir ese dolor, significa llorar.
Entonces, al seleccionar a tus músicos, ¿te recetan letras o canciones que te hacen sentir bien solamente y te dejan en ese estado de euforia? Los escoges porque tu otra opción musical (porque los hay) es aquel otro cantante que tiene letras que te dicen que las cosas no están bien todo el tiempo, que no eres la persona perfecta que creías, o que sus letras muchas veces no comprendidas te hacen sentir mal, pero no de manera deprimente, sino que te aterrizan en tu realidad, en tu pecado, en tu miseria, o prefieres la música que te haga saltar, te haga gritar, sí, precisamente buscas letras eufóricas.
Ahora, ¿existe alguna referencia bíblica para sustentar esto? Pues aquí les dejo algo parecido.
Mc 8, 31-33 « Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debería sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los 3 días. Hablaba de esto abiertamente. Tomando aparte, Pedro se puso a reprenderle. Pero Él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciéndole: «!Quítate de mi vista, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres».
Vamos a aclarar rápidamente unas cosas. Ni esta mal la música que te “eleva espiritualmente” ni es mala la que no, pero sucede que como a Pedro en el Evangelio, muchos le temen al dolor, a saber que si se ven frente al espejo, no verán a un ser de luz, que posiblemente sean, como dice Jesús, un Satanás. Por lo cual musicalmente nos han adormecido y es un hecho, no lo podemos negar, cada quien es libre de que escuchar, pero también después de esto, como a Pedro nos pasa que vemos la Gloria de Dios gracias a esas canciones, y decidimos hacer unas chozas, como lo hizo Pedro en Lc 9, 33. El texto dice que después de la transfiguración Pedro pensó en hacer 3 tiendas o chozas, ya que era bueno estar ahí, pero el texto dice también que sin saber lo que decía. Pasa que a veces estamos tan bien acomodados y me refiero en este caso a los músicos católicos, con letras llenas de cloroformo que es mejor no arriesgar y salir de esa zona que ya conocemos de música alegre y de euforia para adentrarnos en el otro lado de la moneda donde estos mismos artistas talentosos y entregados a la evangelización nos brindan un saco de realidad que apunta a mirarnos al espejo y darnos cuenta que no todo está bien siempre, que vale la pena luchar, llorar y sentir dolor porque Cristo nos sana y a través de la música nos muestra ese espejo que a veces no queremos ver, pero que tiene solución en la oración, la unidad y el amor de Dios. . Ahora ¿qué música escuchas? ¿Has revisado como te hace sentir las canciones de tu cantante favorito? Sea cual sea la respuesta, date la oportunidad para experimentar cosas diferentes. No tengas miedo.
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