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Oro por ti. Una reflexión en este Día de los Difuntos

By 2 de noviembre de 20202 Comments

Por: Mariel Carrasco

Hace unos días recibí un mensaje de un amigo cercano, comentándome que su madre había fallecido de cáncer. Me sentí fría, pálida, en shock, y mi único instinto fue llamarlo de inmediato, pedirle su dirección e ir donde se encontraba.

Camino a su casa, yo oraba pidiendo intercesión del Espíritu Santo para tener las palabras correctas de consolación. Pasé por una situación familiar hace un año y ni yo misma sabía encontrar las palabras correctas para que él se sintiera mejor. Hasta una parte de mi deseaba que él no estuviera pasando por ese momento.

Recuerdo que pensaba camino a su casa, que yo no estaba enojada con Dios, pero si estaba confundida con sus planes. Dentro de una situación a otra, todo sucedió demasiado rápido. Sé que tanto él como su familia tenían planes concretos a realizar juntos.

Y no pude evitar pensar, todos aquellos planes que yo tenía con mis seres amados a quiénes Dios llamó… ¿qué sucede después? ¿Qué pasa con aquel muchacho que tenía planeado casarse con su novia pero ella falleció? ¿Qué pasa con aquel joven que estaba terminando la universidad y partió de forma inesperada? ¿Aquel padre que tenía que llevar a su hija al altar al momento de su boda? ¿Qué sucede con todos esos planes que uno organiza con una persona, pero Dios los llama a su reino?

Y si bien hay una cosa en que el ser humano es malísimo, es aceptar que no estaremos en este mundo para siempre…

Literalmente sentí un bajón de fe camino a casa de mi amigo (y eso que me tomó 30 minutos llegar a su casa). Llegué, lo abracé (incluso cuando en teoría no está permitido) y lloramos un rato. No sabía que decir, ni como comenzar a hablar, ni sabía si mi presencia ahí ayudaría en algo. Solo me concentré en repetir “lo siento” un millón de veces.

Al comenzar a relatarme lo que había sucedido, en un momento de silencio, solo me dijo: “Mi madre tuvo unos sueños días antes de fallecer”. Me quedé impactada. Su madre, noches antes, soñó que dos personas la venían a buscar a la casa y en otro sueño vio a una mujer que le decía que no iba a sufrir más y ya no tendría cáncer. Solo pude pensar en unos ángeles y en la Virgen María.

Si bien es cierto nunca podremos saber si realmente eran ellos, dentro de mí (y sé que dentro de la mamá de mi amigo), era un mensaje de Dios.

Por más triste que suene, la mamá de mi amigo ya sabía que era su momento. Era una mujer hermosa (por dentro y por fuera), dulce, amable y muy querida por muchas personas; fue una mamá soltera fuerte que crió a dos hermosas y fuertes personas, pero sobretodo ella era muy creyente en Dios.

Es triste su partida, pero nosotros  debemos ir aprendiendo que la muerte es ganancia. Dios llama en el momento perfecto para Él (aunque nosotros no entendamos), y ellos se preparan para ir a la casa del Señor. La casa, a la que todos estamos destinados a ir y donde nos encontraremos para la vida eterna.

Aunque aún no entienda los llamados que Dios hizo a varias personas que no estén en mi lado, pido siempre sabiduría para comprender que la muerte es ganancia y que ellos disfrutan del cielo. A pesar de esto, siempre tengo a todas esas almas en mis oraciones porque siempre es importante orar por las almas del purgatorio ya que no sabemos si existen familiares pidiendo por ellos.

La muerte, sigue siendo un tema misterioso para nosotros, pero Dios nos enseña que estamos en este mundo temporalmente y lo que hagamos aquí se reflejará al momento de irnos.

Recen mucho por los fieles difuntos hoy, mañana y siempre. Aunque sea un padre nuestro, que sea con mucho amor y devoción, y Dios lo tendrá en cuenta. Rezo hoy por todas las almas del purgatorio, mis amados familiares difuntos que no hay un día que no piense en ellos y sobre todo en tí amada tía Elsa, te fuiste tan pronto pero siempre serás recordada con mucho amor.

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