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No quiero ir más a la Iglesia

By 21 de septiembre de 2019agosto 1st, 2020No Comments

Suena como una afirmación poco peculiar para un evento católico, ¿no les parece? Pero sí, eso fue hecho a manera de pregunta justo ayer en un evento al que asistí y que prácticamente desde la mitad del mismo sentía la necesidad de escribir al respecto.

Hay varios puntos que quisiera recalcar, pero he preferido centrarme en algo que sentí y que pude ser testigo a la vez por el simple hecho de llegar tarde, debo admitir que a veces llegar de último tiene sus ventajas.

Me senté en las últimas filas del evento y siento que en medio de algo tan simple y poco importante como un puesto fue la clave o el instrumento que Dios usó para hacerme ver y sentir tantas cosas. Cosas que aún no comprendo, otras que pude ver en ese preciso instante y otras que quizás no pueda ni siquiera comentar aquí todavía.

Lo que quiero expresar aunque me cueste un poco hacerlo es que sentí en esa sala un mix poco común de emociones, un mix que me sacó las lágrimas en medio de la oración. Y justo cuando Jesús, en el Santísimo Sacramento del Altar se paseaba, pude ver y sentir tanto por mí como por los demás. Vi las lágrimas brotar de los ojos de jóvenes que esconden temores más grandes que su esperanza actual, sentí el sollozo de mujeres que se estremecían y le temblaban las manos cuando Jesús Sacramentado se le acercaba, vi personas caer en un descanso que necesitaban hace mucho de sus afanes, de su pesada cruz, de lo que les atormenta antes de dormir cada noche y pude sentir el dolor, esa sensación de temor a lo nuevo, de lástima a sí mismo y de conflicto al no saber cómo lidiar con tantas situaciones que nos complican la vida y nos quitan esas ganas de comprenderla con mejores ojos.

Pero detrás de esos sentimientos de dolor, vi la esperanza. Vi los ojos cerrados en oración y manos unidas en alabanza. Vi familias mirarse desde lejos en los asientos para hacerse un gesto de amor, para sentirse unidos incluso a una distancia poco significativa pero que marcaba ese momento, sentí como una comunidad que en medio de sus problemas individuales y que poco conocemos porque a veces nos encerramos en esa burbuja que nos hace mentir al pensar y decir que todo está bien, se solidarizaba no solo al tomar una mano, dar un abrazo o compartir una sonrisa, sino de poner en un mismo hoyo todos esos sentimientos de dolor, culpa, de heridas, de temor… para enterrarlos y dar paso a un nuevo camino cubierto de esperanza y de una nueva lección que te deja perplejo, que te invita a salir renovado, aún con tus problemas, pero con la resiliencia en alto y con una perspectiva distinta.

¿Qué tiene que ver esto con el título del escrito? Pues que cuando hicieron esa pregunta en medio del evento yo alcé la mano, la alcé con fuerza, sin pensarlo, estremecida por hacer público una posición o pensamiento que podría relativamente condenarme al sentir esa necesidad de alejarme de la iglesia por su gente, por la combinación nefasta de mis problemas y los que complementan mi sentido de lejanía de la iglesia, pero aún así, en medio de ese momento en que me sentí libre por expresar ese sentimiento no tan positiva entorno a la casa que nos reúne como hermanos, todo lo que vino después de esa pregunta y mi experiencia personal en el Santísimo fueron el detox emocional que necesitaba para comprender que todos mis sentimientos y muchos de ellos negativos que me tenían distante eran porque me hacían mirar el lado equivocado, el enfoque que no era el real motivo de ir a la iglesia, de acercarme a Jesús. Y si pones tu energía en cosas que te roban la calma dentro de un lugar que al final de cuentas está lleno de pecadores, donde yo misma soy una con defectos y miles de cosas por mejorar.

Entonces, creo que puedo sacar muchas conclusiones positivas de esto. Hay que orar más, mantener la unidad, no alejarnos de Dios y sobre todo, no alejarnos de la Iglesia.

Pocas veces llego a casa agotada pero con la energía suficiente para escribir, hoy es de esos días, simplemente gracias Señor por tus lecciones de vida.

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