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El diario de Mariee: qué bien se está aquí Señor

By 6 de noviembre de 2019agosto 1st, 2020No Comments

(Jueves 31 de octubre de 2019)

Ni Alicia ni Marilin. Hoy quiero escribir mi vivencia a unas 5 horas de haberla vivido. Yo… con mi sentir, mi pesar y mi resiliencia.

¿Han sentido en algún momento que todo se les viene encima, así como un camión sin frenos que solo tiene como objetivo atropellar tu vida pero dejarte vivo, aturdido pero vivo? Así me sentía yo. Me sentía en un estado de decadencia ante mis propios ideales que me había trazado a principio de año como una filosofía intocable hasta nuevo aviso de cómo comportarme, cómo tratar a mi prójimo y de paso, cómo tratarme a mí misma, porque en efecto, me había maltratada el año pasado lo suficiente como para sentir que mi estado de negación ya había sido superado.

Pero típico de una joven adulta con más problemas emocionales imaginarios que los que realmente existen, se me enredaron los cables y entré en un período de transe emocional, donde de pronto todo me afectaba más de lo normal y no tenía control alguno de cómo solucionarlo.

Como diría un profesor de comunicación que siempre me ha impactado en conocimientos de forma positiva: “a veces nos lanzamos y vamos a la maldita sea”, pues señores, yo, Mariee Gómez andaba manejando mis emociones a la maldita sea y sin freno alguno. De pronto una desilusión amorosa me dolía tanto como una ruptura de años, la paciencia por un mejor entorno laboral estaba al borde del colapso y mis días de ocio y relajación ahora los veía como una cadena perpertua de aburrimiento sin fecha de expiración aún.

Y entonces, por los motivos equivocados (debo admitir que no llegué a la iglesia precisamente pensando en la hora santa), Dios se encargó de llevarme como un corderito perdido y permitirme vivir una hora santa que cambiaría el rumbo de mi vida, o más bien me devolvería al punto donde el control estaba perfectamente alineado.

Jesús nos habla de formas inesperadas, pero en ocasiones nos toca a nosotros acercarnos porque ya sabemos que Él tiene las palabras adecuadas una vez que le lanzamos la interrogante. Y puedo resumir esa hora santa que viví después de meses en lo siguiente: una niña de unos 4 años a mi lado cantando y alabando al Señor, lágrimas, porque llevaba días conteniéndome y justo ahí frente al Santísimo y con una dulce melodía las mismas corrieron sin pedir permiso, un reencuentro con personas que te acercan a Dios, esos amigos que te recuerden que todos somos iglesia pero se vive mejor cuando estamos en sus paredes y compartimos la alegría de un Cristo vivo que nos mantiene vivos… y el hablar con Él, sentía que se me complicaba dialogar con Jesús por más silencio que hiciera, pero en esa hora santa rodeada de cientos de personas, fue sencillo expresar lo que mi corazón hace rato callaba y hoy quería sacarse: esas penas, desilusiones, interrogantes, la impaciencia y las heridas de un corazón frágil y vulnerable ante una mezcla de emociones que habían estado apuntado a distintas direcciones negativas en los últimos días.

Sólo puedo finalizar este escrito diciendo que esa hora santa fue la bendición más linda que he tenido en mucho tiempo… y aunque me reservo los motivos por cómo llegué a quedar allí cuando siempre ponía algo más en mi agenda del jueves, hoy siendo las 10:17 p.m. de esta víspera de todos los santos, me siento capaz y convencida de decir que me renové, me reencontré y me volví a colocar en ese camino espiritual y de fe que llevo corriendo mucho tiempo pero que hay que seguir cultivando para no salirse de la ruta ante cualquier distracción llamativa de a momentos. Gracias Señor por regalarme el mejor 31 de octubre de hace mucho tiempo.

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