El revuelo de los avances tecnológicos ha traído muchos beneficios como conectarse con el resto del mundo, obtenemos información instantánea y veraz, etc… como también esto ha traído muchas desventajas, por ejemplo: niños y jóvenes expuestos a peligros como la pedofilia, secuestros y por último y menos importante una baja autoestima.
Es alarmante ver como nuestros dispositivos nos dominan, a tal punto que nos roban tiempo de calidad con nuestras familias y hasta para nosotros mismos. Por ejemplo: ya no nos reunimos a platicar o simplemente socializar, todo se ha resumido en grupos de WhatsApp. Otro vivo ejemplo sería que nos escondemos bajo un “icono” en el que se ha reemplazado «el yo real» por «el yo digital», eso nos está creando un gran problema porque pasamos a ser superficiales, perdemos el uso del resto de nuestros sentidos; hasta me atrevo a decir que los jóvenes han caído en una trampa en la que pretenden llenar sus vacíos y elevar su autoestima felicidad superficial) con obtener más likes y seguidores, hasta alcanzar la popularidad, y en ese intercambio se pierde el pudor, el respeto y en el peor de los casos,la vida. Con esto, pienso que no se trata de encajar, ni de vanidades, esto no eres tú, fuiste auténticamente creado, la vida no se trata de hacer réplicas ni copias de uno mismo, cada uno debe ser capaz de reconocerse en su fragilidad (humanidad) para finalmente encontrarse en su grandeza (el propósito de Dios para ti).
Por otro lado, si hablamos de cifras o cantidad de seguidores, de aquellas solo un 5% son conocidas y de esas cinco solo una o dos son las personas que realmente están para ti, es así como el resto se convierte en un relleno de gente desconocida y hasta falsa.
Creo que se nos ha olvidado algo muy importante y es en qué le vamos a dejar a las futuras generaciones, que se espera de ellos… Dejaremos de ser humanos para convertirnos en robots, porque eso pareciera, andamos en automático, vivimos en paralelo. Por lo tanto, yo te invito a que hoy seas un agente de cambio, que empecemos a valorar en vida lo que tenemos, que seamos más presenciales, más auténticos y menos del montón, que podamos mirarnos a la cara y enfrentar situaciones en vez de estar dando tu opinión en las redes sociales que no son solución; y sobre todo ofrezcámosle más tiempo a Dios que a veces le dejamos el último lugar en nuestras vidas.
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