ComoUnGranitodeMostaza

El diario de Marilin: me asomé a la ventana y vi necesidad

By 8 de abril de 2020agosto 1st, 2020No Comments

Estos días de encierro me han quitado las ganas de mirar fuera. Mi casa de 2 pisos me consume en medio de la luz artificial y el aire acondicionado de un par de habitaciones y me resigna a salir siquiera al patio por algo de aire fresco. Cada mañana veo la luz del sol asomarse por una esquina de la ventana y escucho los pájaros que hacen avistamiento gratuito en mi terraza, pero esas sensaciones naturales sólo quedan en mi mente como el recordatorio diario de que seguimos vivos y luchando.

Me he dispuesto una rutina diaria saludable entre ejercicios de cardio, mis horas de medio tiempo del teletrabajo y una que otra película de Netflix porque aún no le cojo amor a las series o a concentrarme en una sola historia. De noche veo las noticias para estar al día y estoy lidiando con mi primer curso online en años con la mentalidad de que esto es sólo por este caso emergente y que luego de esta pandemia más nunca tomaré clases virtuales.

Entre mis momentos libres de la computadora y después de cada comida, reviso mi Instagram y trato de comprender cómo es posible que tanta gente pueda seguir generando contenido desde casa cuando ya no hay fiestas, ni eventos presenciales que taquillar. Sin embargo, entre el scroll de una y otra historia de Instagram, me he detenido por más de 4 minutos (lo cual es mucho) para leer detenidamente la solicitud de un conocido. Dice la historia entre Gifs y colores fluorescentes:

“Queridos amigos de La Chorrera, estoy recolectando alimentos secos para armar bolsas de comida con mi familia e ir a entregarlos en asilos y hogares de orfanato. Si quieren cooperar me escriben al DM”

Le he hecho captura a la historia y me he puesto a investigar en algunas cuentas oficiales si están armando bolsas o solicitando donaciones para las personas de la calle.

Me he quedado con el celular sujetado al pecho y muy pensativa. ¿De qué trata todo esto al final? ¿Es acaso esta pandemia una prueba o experimento para saber qué tan dados al prójimo somos?

Y he concluido o reflexionado lo siguiente: en medio del caos, somos muy de protegernos y de pronto también protegemos a los nuestros. En este caso particular, la idea es no salir de casa y así podemos estar a salvo. Por ese lado todo bien. Pero, ¿qué tanto nos preocupamos por las trabajadoras sexuales, por los ancianos abandonados, por los huérfanos, por los mendigos y por todos aquellos que viven esta pandemia más solos que nunca, más solos que antes?

Porque si antes no les prestábamos atención, imagínense ahora. Todos andamos muy preocupados por nuestra salvación por así decirlo y volteamos la mirada o ignoramos a aquellos que deberían ser nuestro primer norte en ayuda.

Sí, hay personas o familias que han sido movidos por el espíritu y su buen corazón a dar su granito de arena, hay empresas apoyando al Gobierno, el Gobierno mismo está haciendo bolsas de comida y las oNGs están dando sus cuentas bancarias para poder donar. Todo eso está bien. Y en la medida de lo posible, podemos donar y apoyar estas causas.

Mi punto final es que es tiempo de mirar fuera la ventana y darnos cuenta que hay gente afectada en un nivel superior a lo que imaginamos y que han sido marginados ayer, hoy y quizás mañana. Por eso, desde casa, debemos buscar la forma de apoyar a estas personas que son nada más y nada menos que mi hermano, mi prójimo.

¿Cómo hacerlo?

– Busca información de cuentas de asilos, hogares y ONGs para hacer tu donación

– Contacta a tus amigos o conocidos que están trabajando estas iniciativas de armar bolsa de comida y coopera

Y lo más importante, una vez que todo esto acabe y podamos salir de nuevo a nuestra vida cotidiana, haz que se vuelva rutina y algo justo y necesario en tu vida el hecho de mirar con fraternidad a los demás, sobre todo a los más marginados. Sé ese agente de cambio que les regale una sonrisa, una conversación sincera, un apoyo material y un acompañamiento espiritual. Suena muy bonito, pero qué difícil resulta encontrarnos con la realidad y amarla; y más fuerte aún resulta volverla parte de nuestra realidad e historia. ¿Podrías acercarte a una trabajadora sexual y decirle que Dios la ama y que quieres ayudarla? ¿Mirarías con amor a un mendigo que se acerca a pedirte limosna o mejor aún… irías tú al encuentro de ese mendigo una vez lo divises del otro lado de la calle para ayudarlo a levantarse y darle un plato de comida? ¿Te comprometerías a darle un plato de comida diario? ¿Adoptarías un abuelo de un asilo para que sus últimos años de vida involucren una grata compañía de un amigo desconocido?

 

Termino esta reflexión con una frase que escuché recién de Dorothy Day:  “Realmente amo a Dios tanto como amo a la persona que menos amo”.

Leave a Reply